LA MESA DE MADERA MÁS NOBLE
Aquella vez que fui joven,
en la mesa de la madera más noble, el cántico de la dulce maestra,
instantes después, el chillido atroz de la malvada profesora de la filosofía de la cómoda vida.
Aquella vez que fui joven,
en mi viejo pupitre, escrito sigue estando rayado el nombre de mi primer amor,
"Cecilia", se llamaba...
Aquella vez que fui joven,
a la derecha, mi mejor amigo de la escasa niñez,
"Carlitos, sal a jugar conmigo", hoy es el dulce ángel que vela por aquella paz interior perdida.
Aquella vez que fui joven,
pasan las horas esta tarde muy lentas... ¡Ay, esa eterna juventud!
parecía que no terminaría nunca, hoy, el tiempo es el divino tesoro de las prisas con el fundamento forzado.
Aquella vez que fui joven,
la reunión de los alumnos del ayer tan lejano y tan cercano,
en la memoria de mi retina los veo a todos, algunos hemos triunfado, algunos hemos fracasado...
Un momento, es el instante para recordar,
aquel pasado de nuestra juventud, ahora perdida y añorada,
mientras ojeo por encima a los asistentes olvidados, las maestras faltan en nuestro vago recuerdo de las materias del bienestar.
En el viejo pupitre de madera está escrito:
"Cecilia, te quiero", envuelto en un corazón, hecho con el tic-tac del compás ya oxidado,
a la derecha, la mesa de mi mejor amigo, hoy está presente su presencia.
Su ángel ha bajado tan sólo para un pequeño instante,
este día de la frágil memoria de aquellos viejos momentos, el anteojo de su espíritu,
"Carlitos, sal jugar conmigo..."
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